Durante las 7 horas que dura el viaje dediqué mi tiempo a admirar los diferentes parajes y echar alguna que otra cabezada necesaria para recuperar parte del cansancio acumulado. Un par de anécdotas reseñables del trayecto. Lo gracioso del momento fue que cuando la cogió me percaté de que el pobre señor tenía un acentuado tembleque. Entre vagón y vagón pedí a Danny, un señor que se encontraba sacando fotos, si podía grabarme con mi videocámara para tener algún plano en el que saliese yo.