Lo que ha sucedido recuerda inevitablemente a la polémica de hace unos años sobre la equipación de las jugadoras de voley-playa, obligadas desde los Juegos Olímpicos de Sídney por la Federación Internacional de Voleibol, la FIVB, a usar bikini en sus competiciones. El asunto, que hizo correr ríos de tinta, se zanjó en los Juegos de Londres de 2012, cuando se abrió la posibilidad de elegir entre una gama más amplia de ‘outfits’, shorts de hasta 3 cm por encima de la rodilla y tops con o sin mangas (se justificó la medida por razones de respeto a la cultura y religión de equipos como los musulmanes, que difícilmente hubiesen aceptado competir con las previas exigencias de la FIVB.